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Adaptación vs adicción a los móviles. ¡Combate a muerte!

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De repente te das cuenta. Silencio, tranquilidad, paz… algo pasa… los niños no se están peleando como fieras y además, hace un tiempo que ya no lo hacen… que raro, aún están en la edad… La verdad es que últimamente se muestran algo distantes, todo el día mirando la pantalla del móvil y escribiendo en él, ya ni discuten ni pelean. Eso será bueno, ¿no? ¿Se habrán por fin y prematuramente civilizado? No sé, están absortos, hipnotizados…   Whats..qué? ¡niño! ¡Que te estoy hablando! ¿Estás atontao?

Además es como una plaga. No les ocurre solo a los míos. Voy por la calle y los veo, sin mirar por donde caminan, sin mirar a otras personas, pero… ¿esto se contagia? Los adultos se comportan igual. Es como caminar por la ciudad de los zombies. Todos caminando lentamente, sin mirar al frente ni emitir sonido alguno, absortos en su interfaz.

 

Esta situación me hace plantear si la llegada de las nuevas tecnologías ha sido tan rauda que no nos haya dado tiempo a reaccionar, a prepararnos, a poner límites y normas al respecto, absorbiéndonos y negándonos nuestra libertad, nuestra sociabilidad.

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El concepto de la comunicación ha dado un giro de 360º para cambiar nuestra vida y nuestra forma de relacionarnos, pero, ¿podemos gestionar tanto cambio? Por supuesto que nos aporta increíbles ventajas, pero, ¿hemos medido los inconvenientes? ¿Los daños colaterales? ¿Sabemos identificarlos, controlarlos y neutralizarlos? A quien no le suena la típica estampa familiar: todos en la mesa, cenando casi mecánicamente, mientras al menos, la mitad de los comensales (adultos, adolescentes e incluso niños) están whatsappeando ya sin disimulo, pasando lo más desapercibidamente posible y sin apenas comunicarse con los que tienen a su alrededor… ¿estamos abducidos por las nuevas tecnologías? ¿es una nueva adicción del S XXI? Y por otro lado, ¿Qué efectos puede tener este fenómeno en la socialización de nuestros adolescentes y jóvenes de cara al futuro?

Es ciertamente paradójico creer que puedan quedarse limitados en este sentido puesto que la funcionalidad de este nuevo fenómeno de masas es precisamente la interconexión generalizada. Pero, ¿cómo el fenómeno Whatsapp, un nuevo sistema de vinculación, puede a su vez, precipitar al aislamiento? Parece ser que mientras el whatsapp proporciona mayor conexión con un mayor número de personas (aumento cuantitativo), es totalmente estéril y virtual. Se prescinde (cualitativamente) del contacto físico, visual y expresivo. De la modulación del tono de la voz, de la comunicación no verbal y en definitiva de las sensaciones humanas que hacen que percibamos los mensajes, la realidad, de una forma concreta, llena de vida, con su ímpetu y pasión o sin él pero en cualquier caso, con un mundo de matices que hacen auténtico el intercambio de información.

El problema no surge del uso, sino como siempre, del abuso, ya que si se sustituye la comunicación de calidad por la virtual, si cometemos el error de pensar que al conectar con tanta gente ya hemos compartido con ellos algo más que datos, es cuando fracasamos y nuestro cuerpo se encarga de decírnoslo.

El contacto físico, la autenticidad de las emociones, es lo que nos hace segregar serotonina y diferentes endorfinas que a su vez nos hacen sentir más felices, complacidos y llenos.

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¿Cómo puedo empezar a neutralizar los efectos negativos de las nuevas redes de comunicación virtual?

 

-Adquiere consciencia de qué es lo que te hace sentir realmente bien, de la diferencia entre lo auténtico y la fantasía. Madura la idea de que cantidad no siempre es calidad, de hecho suele ser una ecuación inversamente proporcional, disminuyendo la calidad al aumentar la cantidad. Tiene una razón muy lógica, cuanto más tiempo dedicas a las redes sociales, menos tiempo puedes dedicarte a ti y a vivir, sentir y experimentar. ¿Has visto algún documental de viajes por la tele? ¿Has viajado alguna vez? ¿Has sentido lo mismo? Date tu mismo las respuestas que necesitas. No es lo mismo ver un helado que comértelo, no es lo mismo ver un perrito que acariciarlo y no es lo mismo escribir un comentario que mirar a alguien a la cara mientras sonríes y le dices lo que realmente piensas y sientes. Eso es vivir, lo demás es un juego de la consola, o algo así.

 

-Proporciónate momentos de desconexión programados. El mundo en el que vivimos tiene un petardo colocado en algún sitio innombrable, que nos hace ir de bólidos de forma continuada. Las nuevas aplicaciones, redes sociales, whatsap y demás intercomunicadores, no solo nos conectan más sino que multiplican nuestro estrés relacional, laboral y social. La necesidad de estar conectado, de contestar de forma inmediata y sobre todo, la prioridad que le damos a estas acciones sobre la vida real, nos mantienen conectados de forma casi obligada pero a la vez “necesaria” a estos dispositivos móviles de los que no nos separamos ni para dormir ni para orinar.

Los beneficios de unas horas de desconexión al día se aprecian de forma inmediata. Tranquilidad, relax, comunicación personal con nuestros seres queridos, paz y sobre todo, silencio.

 

-Darnos cuenta de que el hecho de que esté “normalizado” el estar pegado al movil, no significa que sea saludable o adecuado. Ya nadie se sorprende cuando en mitad de una conversación te dejan de hablar y contestan a un watsap recién recibido, sea tu pareja, tu profesor o tu médico el interlocutor al que dejas con la palabra en la boca o sea él el que te deja a ti inmóvil. Que ocurra con la mayor normalidad del mundo no significa que esté bien. Mucha gente lo considera una falta de respeto y una grosería. Preguntémonos el porqué.

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En resumen, que los avances tecnológicos son maravillosos si los usamos con medida, como todo lo demás. La comida, el sexo o el deporte son grandes placeres, que se convierten en patología cuando no podemos controlar su exceso o su defecto.

Las redes sociales y las nuevas tecnologías de la comunicación virtual no son una excepción. Ya hemos olvidado el deleite de no poder ser localizado, de desaparecer, de huir de la sociedad, de tener intimidad, de no poder ser analizados, juzgados u observados de forma continuada, bien por nuestras fotos del Instagram, nuestros comentarios en Facebook, nuestras críticas sociales en Twitter, nuestros gustos políticos el Linkedin, nuestra forma de entender el mundo…

Aprender a disfrutar de la tecnología y aprovechar sus ventajas sin intoxicarse de su veneno oculto es una labor que esperemos que poco a poco la sociedad vaya interiorizando. Mientas tanto, a cuidar esa vista que las pantallas brillantes tienen lo suyo 😉

 

Ángela Gual

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