¿Quién no se ha sentido defraudado, decepcionado o traicionado por un supuesto buen amigo en algún momento de su vida? ¿Hacemos algo mal o es un curso natural? ¿Me pasa solo a mi o es un fenómeno Universal?
Benjamin Franklin decía “Se amable con todos, social con muchos, íntimo con pocos, amigo solo de uno y enemigo de nadie”.
Somos animales gregarios y obviamente, los sanos vínculos de amistad son cruciales para una buena salud psicológica y emotiva. Refuerzan nuestra autoestima y nos hacen sentir parte del grupo, de la familia, cuidados, atendidos y amados. Sentimientos indispensables para el bienestar de las personas.
Existe una idea de amistad, cultural y históricamente muy arraigada, con la exigencia de deber ser inquebrantable, profunda y duradera. Esta idea genera unas expectativas que rara vez pueden cumplirse, ya que las personas evolucionamos cada día, por lo que haber coincidido en un punto del camino no nos garantiza que la evolución personal de cada uno vaya a ser en paralelo y vaya a mantener las condiciones de compatibilidad que inician la relación.
Históricamente, la amistad ha sido siempre comprendida como una relación de ayuda e integración, ha existido desde que el hombre es hombre y viene evolutivamente del comportamiento social de los animales que utilizan estas conductas para aumentar la supervivencia individual y del grupo.
La vinculación emotiva entre dos personas que desean ayudarse, puede verse ya en los textos bíblicos y mucho antes, en las narraciones filosóficas de Epicúreo y Aristóteles, o antes incluso en las interpretaciones griegas y romanas del comportamiento de los Dioses.
En la cultura popular tenemos a Don Quijote y a Sancho Panza, a Telma y Louise, a Sherlock Holmes y a Watson, a los tres mosqueteros o a Harry Poter y Ron Weasley.
También existe el concepto del amigo imaginario, para el que no quiere complicarse la vida, el amigo con derechos para el que no quiere compromisos, la “frend zone” para delimitar status relacional etc.. y todas estas maneras de comprender la amistad tienen un nexo en común: son muy tiernas y a la vez románticas, idealizadas y encorsetadas en una realidad ficticia que no siempre se corresponde con las necesidades naturales del ser humano, o por lo menos no en todos sus momentos.
Muchas personas confían plenamente en todos sus amigos y esperan de ellos la misma reciprocidad, el mismo pago. Los resultados… bueno, alguna que otra herida y muchas magulladuras.
Otras personas no esperan nada de nadie, y de vez en cuando se llevan un dulce caritativo, aunque hay que reconocer que aún sin laceraciones, una vida sin expectativas se parece más a un desierto, árido, caluroso y muerto.
Otros deciden relacionarse con la armadura puesta. Siempre protegidos pero también aislados de los sentimientos mas plenos y agradables. Todo son opciones, y todas validas. Es una cuestión muy personal de la valoración entre costes y beneficios.
Sin embargo, vale la pena plantearse si realmente la amistad es un férreo compromiso de por vida que por un mal golpe del destino siempre se acaba quebrantando miserablemente o si esa es una idea quizás demasiado idealizada del ser humano y de nuestras exigencias egocéntricas.
Desde este punto de vista, quizás una opción sería plantearse la amistad como un vinculo que no siempre tiene que ser definitivo sino que a veces puede ser mas instrumental, es decir, como los caminantes que se encuentran en el camino, en diferentes puntos, para compartir un tramo juntos y que después, naturalmente se deben despedir para alcanzar sus metas finales.
La expectativa de mantenerse juntos siempre es lo que seguramente genera el dolor de la traición en la desvinculación final.
La aceptación de que todos somos diferentes, y por lo tanto, con diferentes necesidades y que varían evolutivamente es lo que puede marcar la diferencia para vincularnos de forma sana con los demás y poder permitir la flexibilidad del distancia cuando es necesario. La resistencia a este paso natural es lo que produce el daño, que solo se libera al dejarlo fluir.
Ojo, y con esto no quiero decir que todas las relaciones tengan que acabar. Solo propongo valorar que no todas siempre deben continuar.
Sócrates decia que habia tres tipos de amistades: las basadas en la utilidad, como las de los compañeros de trabajo o las personas con las que compartimos temáticas concretas, las amistades basadas en el placer, con las que nos divertimos, y las basadas en el bien, estas si, duraderas y fuertes.
Como la canción del poeta Joan Manel Serrat: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar, caminante no hay camino, sino estelas en la mar”.