Estar en pareja es sin duda maravilloso, aunque hay que reconocer que no siempre es fácil.
En ocasiones chocamos, no estamos de acuerdo, sentimos la injusticia caer sobre nosotros como ave de presa y sin saber como, acabamos defendiéndonos con uñas y dientes, lastimándonos e hiriendo a nuestra pareja.
Hemos de plantearnos que cuando pensamos que el otro “tiene la culpa” nosotros somos “el efecto”, es decir, un sujeto pasivo que sufre lo que el otro nos ha hecho. El otro entonces es “la causa” de nuestro dolor.
Con este panorama, colocamos al otro en una porción de poder, ya que todo depende de lo que él hace y nosotros solo podemos esperar el efecto de su acción sin ningún margen de maniobra posible.
En términos psicológicos decimos que tenemos un locus de control externo, es decir, que las cosas que ocurren no dependen de nosotros y somos víctimas del verdugo que ejecuta a su antojo.
La posición de víctima es muy fastidiosa ya que solo me cabe esperar que las cosas cambien “solas” ( no hay que ser ingenuo) o que las cambie el otro, y por suerte o por desgracia, las personas, a rasgos generales, no cambian, por lo que si estás esperando que eso ocurra, amig@ mí@ estas jodxxx.
Otro planteamiento interesante es el de que toda injusticia no deja de ser una opinión, es decir, que depende del ojo del observador que emita el juicio. El hecho es el hecho, el concepto de bueno o malo, justo o injusto, es una opinión.
Esta reflexión nos da aire, movimiento, y nos empuja a plantearnos…
¿A caso puedo yo hacer algo de diverso para que las cosas, la situación, su comportamiento sea diferente al que tengo ahora?
Este planteamiento lo cambia todo. Me coloca en posición de CAUSA.
De repente aumenta exponencialmente mi locus de control interno y mi percepción sobre que no puedo hacer nada se desdibuja, pasando a la idea de que quizás, realizando yo acciones diferentes, puedo condicionar la percepción de los otros, y en consecuencia, éstos modificar su comportamiento, cambiando así la realidad del acontecimiento.
Colocarme en posición de causa me aleja del concepto de “culpa del otro” que no hace más que hacerme sentir triste, condenado y rabioso por la injusticia vivida, llevándome al termino de Responsabilidad, que me hace sentir diferente, con empuje e iniciativa, con fuerza para meterme en la acción y dirección de mi vida.
Así paso del dolor y la rabia a la tensión por la libertad.
También hay que observar que cuando me coloco en posición de causa, evito entrar en la escalada de poder con el otro al tratar de obligarle (bien a través de la culpabilización o de la pena…), a cambiar, cosa que aumenta su resistencia al cambio.
Cuando cambio yo voluntariamente, a consecuencia de mi nuevo rol en el juego, es mas fácil que todo el sistema fluya de forma diferente y el otro se vea empujado a cambiar de forma natural.
Si yo decido cambiar, ser la causa, puedo cambiar a los demás, como efecto.
Angela Gual.