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Los niños necesitan dormir las horas necesarias para levantarse descansados, solo así sus capacidades se desarrollarán con normalidad y sus potenciales podrán desarrollarse.
Las largas jornadas laborales de los padres sumados a la hora tardía de cenar que se presenta en nuestro país, y por qué no decirlo, algunos deficientes hábitos en las rutinas del niño son varios de los elementos que favorecen que los niños se acuesten más tarde de lo que deberían, por lo que después, por la mañana, no hay manera de despegarlos de la cama.
Según el estudio Pasos, de la Fundación Gasol, casi el 41% de los niños y adolescentes no cumplen con las recomendaciones de sueño entre semana. Estas describen que los niños de 1 y 2 años necesitan entre 11 y 14h de sueño y los de entre 3 y 5 años deberían dormir una media de 12h.
Según la OMS, los niños de primaria (entre 6 y 11 años) deberían dormir cerca de 11h, y durante la adolescencia al rededor de unas 10h.
Todos estos datos nos indican que para que nuestros niños pudieran descansar adecuadamente y teniendo en cuenta que los coles suelen empezar a las 9am, los peques se tendrían que acostar rondando las 8 de la tarde. En España, a esas horas, los nenes están haciendo extraescolares, jugando en el parque, y con suerte, ya en la rutina del baño previo a la cena.
Hemos de recordar que cuando un niño no duerme, las consecuencias inmediatas que tiene son en el estado de ánimo. Encontramos a niños irritables, lábiles, con mucha necesidad de movimiento e incapacidad de centrarse, o por lo contrario, niños aletargados, arreactivos que no responden adecuadamente a los estímulos del entorno, fatigados y sin motivaciones.
A nivel lectivo, en las aulas, la falta de sueño da problemas tanto a nivel relacional como personal. Por un lado, la memoria se ve afectada, no recordamos los aprendizajes adquiridos y así como no logramos retener la nueva información procesada. La atención también se ve mermada y y todo ellos se traduce en un rendimiento deficiente en el aula.
A nivel relacional, los niños tienen dificultades, ya porque están demasiado excitados y no logran parar quietos en la clase, siendo regañados o censurados, o por estar abatidos y sin ganas de comunicarse o interacciones con los demás niños.
Cabe decir que la falta de sueño en niños es un índice de predicción de obesidad infantil. Cuando los niños duermen mal o poco, están más cansados, irritados y por lo tanto tienen ansiedad. Esta ansiedad les genera necesidad de picos glucémicos, que tratan de cubrir comiendo alimentos ricos en azúcares y grasas, muy poco saludables y poniendo en peligro la salud del pequeño.
Son por lo tanto muchos los motivos por los cuales deberíamos tratar de ayudarles a establecer rutinas estables para poderlos acostar a una hora en la que puedan descansar las horas necesarias para levantarse activos y llenos de energía.
La instauración de rutinas en este caso, son fundamentales. Un ritual que ellos puedan conocer como antesala del sueño es o ideal para condicionarlos a identificar el momento de relajarse. Un baño, la cena, lavarse los dientes, un cuento y cama suele ser una rutina base muy eficaz y sencilla.
A toda costa se recomienda que no utilicen pantallas, móviles, tabletas o televisión, al menos una hora o dos antes de la hora de acostarse, ya que la melatonina, hormona que regula el sueño, no se segrega cuando hay luz brillante como la que emiten estos aparatos. Si no hay melatonina en el cerebro, éste no querrá relajarse y apagarse, y la aventura de dormir se convertirá en un infierno cada noche.
Por último, recordar que cuando los niños tienen una rutina en la que también permiten a los padres poder descansar un poco y tener un rato para la pareja, el ocio o el descanso, logramos una familia feliz, más relajada y con todos los beneficios generales que conlleva; más paciencia, buen humor, flexibilidad, alegría y tranquilidad. Así que acostando a los niños pronto, todos ganamos!.
Ángela Gual.