“Nada nos engaña más que nuestro juicio”. L. Da Vinci.
¿Nunca os ha pasado alguna vez que de repente, en medio de una conversación, os sorprendéis a vosotros mismos trasgiversando información que no os hace sentir cómodos? O quizás reflexionando después os dais cuenta de que habéis culpado a otro por cosas que en realidad habéis hecho vosotros?
La autocrítica es un grado que solo la maduración puede dar y para ello, es necesaria la introspección, el estudio de nuestras reacciones y el entendimiento de lo que nos lleva a reaccionar de esta manera.
Los mecanismos de defensa psicológicos son las estrategias que elabora nuestra mente para protegernos de contenidos demasiado lesivos o potentes, que no seremos capaces de encajar, puesto que no tenemos la madurez o la capacidad de digerirlos. Es decir, son recursos de la psique para desviar de forma inconsciente determinados conceptos, experiencias o eventos, que pueden causar consecuencias negativas en nuestra emotividad.
“Al ver una nube, cualquiera puede ver monstruos dentro. No puedo borrar las nubes, pero puedo pensar que éstas se forman con mi imaginación, pero siguen siendo nubes y monstruos”
Existen muchos tipos de mecanismos de defensa. Vamos a ver algunos:
-La sublimación por ejemplo consiste en canalizar la energía de un deseo inaceptable, en otro más aceptable. Por ejemplo, un deseo exhibicionista, reconducirlo hacia una carrera en el teatro.
-La represión es el mecanismo por el cual la psique intenta que recuerdos traumáticos no lleguen al umbral de la consciencia, haciendo dichos recuerdos, invisibles. Ocurre por ejemplo cuando hemos vivenciado experiencias emocionalmente muy agresivas, y no recordamos lo que ha ocurrido.
–La proyección consiste en reflejar sentimientos o ideas en otras personas, que nosotros rechazamos de nosotros mismos por considerarlos inaceptables. Como cuando rechazamos tener sentimientos negativos hacia alguien y creemos que éste último tiene sentimientos negativos hacia uno.
-La negación consiste en tratar aspectos evidentes de la realidad como si no existieran. No podemos hacerlos parte de nuestra realidad por su potencia emocional. A veces, no aceptamos una ruptura sentimental y nos comportamos como si no hubiera ocurrido.
-La regresión lleva a retomar un nivel de desarrollo anterior, más infantil. Por ejemplo, el comportamiento de los niños cuando nace un hermano (chuparse el dedo, orinarse…).
-El aislamiento es un mecanismo por el cual se divorcian los recuerdos de los sentimientos, como manera de soportar los hechos traumáticos y de evitar sentirlos con tanta intensidad.
-La racionalización se basa en sustituir una razón real que no es aceptable, por otra que si resulte aceptable. Por ejemplo, declarar haber donado dinero a beneficencia porque se es generoso cuando en realidad se pretenden obtener desgravaciones fiscales.
-El desplazamiento consiste en desprender un hecho o una persona de los sentimientos asociados, para adjudicarlos a otro hecho o persona. Como ocurre con las personas que desquitan sus frustraciones con sus mascotas.
-La formación reactiva consiste en detener la aparición de un pensamiento o imagen dolorosa sustituyéndola por otra más agradable. Es una evasión en toda regla que bloquea dicha información para emerger otra contraria que nos haga sentir mejor.
Por lo tanto, aunque dichos mecanismos reflejen una evitación de la realidad y por lo tanto, el no afrontamiento de las circunstancias vitales (un antifaz que no deja pasar la luz, pero que no impide que el día transcurra, a pesar de no verlo), suponen unas herramientas que nos permiten mantener el balance psicológico cuando no disponemos de otros recursos más adaptativos y funcionales para afrontar las vivencias complejas.
A pesar de ello, cuando estas técnicas no son suficientes, se experimentan desequilibrios como el estrés, la ansiedad, la depresión y las somatizaciones asociadas como la pérdida de apetito, el insomnio, úlceras, psoriasis…
En consecuencia, es muy importante disponer de estrategias suficientemente elaboradas para poder superar las experiencias traumáticas de la vida, y de no ser así, hay que pedir ayuda lo antes posible.
“Cuando no se puede volver atrás, solo hay que buscar la mejor forma de avanzar”.
Ángela Gual, psicólogos en Mallorca