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Las redes sociales han entrado en nuestras vidas como una estampida imparable. Nos conectan con el mundo de una forma jamás soñada, nos ayudan a mantener relaciones en la distancia y a poder hacer realidad una agrupación tan cuantitativa que de otra manera jamás habría podido ser real, pero… ¿esta cantidad es ecuánime a la calidad de estas relaciones? ¿Qué es lo que nos atrae tanto de esta forma de comunicarnos? ¿Somos conscientes de las problemáticas que pueden acarrearnos?
Todo esto y mucho más lo debatimos esta tarde en ele programa % Días Darrera Hora de IB3TV.
Inicialmente lo que nos atrae de las redes es esa capacidad tan masiva de conectividad, que hace que parezca que tienes multitud de amigos, de gente con la que relacionarte y tal… después, lo que realmente engancha una vez iniciado el contacto con las redes es la compulsión que generan los «Likes», la inmediatez de la comunicación, la curiosidad por ver los escaparates sociales agenos o la posibilidad de evadirse imitando un rol que no es el nuestro, haciendo creer al resto del mundo que somos esa persona tan cool, divertida y bella que siempre está perfecta en cada selfie que sube.
Pero, ?¿es real esa realidad? obviamente no. Y ese es uno de los grandes peligros de las redes. Quedarse absorbido por la necesidad de aprobación externa, «prostituirse «socialmente con tal de conseguir reconocimiento, popularidad y fama a costa de nuestro tiempo, nuestra exposición íntima y del engaño de querer ser quienes no somos. La caída suele ser fuerte cuando dejamos de interesar, cuando ya no somos motivación de los demás. Muy especialmente este bajón azucarado lo pueden tener los niños y adolescentes, que no tienen las herramientas para canalizar la frustración del abandono popular y que pueden haberse creído de una manera más contundente la «ficticia popularidad» que después, por arte de magia desaparece en un abrir y cerrar de ojos.
Los niños y adolescentes, que no tienen una personalidad establecida ya en firme son los más volubles a padecer las consecuencias negativas del rechazo social en las redes, sin hablar del ciberbulling o del sexting. Las redes llegan para quedarse, para innovar y para mejorar nuestras vidas, nuestra conectividad y nuestra sensación de placer, pero también hay que aprender a gestionarlas, a tener los pies en la tierra y a saber a que atenernos. EL control de los padres es fundamental para ayudar a los chicos a gestionar la compulsividad que generan las redes. Y por último, trabajar tanto los adultos como los niños en las expectativas, en tener fuera de las redes una vida social plena, unas rutinas, una vida en general satisfactoria serán indicativos de salud mental y de bienestar.
Ángela Gual.