Culpa sana o culpa patológica
Digamos que la culpa sana es un mecanismo de autoprotección que nos ayuda a poner limites y por lo tanto, a no hacer daño a los demás. Es como una especie de Pepito Grillo que nos dice: “-si haces esto te sentirás mal… no lo hagas…-” es un grillo moralista que te recuerda tus valores y creencias, para que no trasgredas con aquello que después te perseguirá como sombra a su dueño.
Sin embargo y como decía Paracelso, “ Todas las sustancias son venenos, no existe ninguna que no lo sea. La dosis diferencia un veneno de un remedio”.
Es decir, que cualquier medicina, en una dosis excesiva, se convierte en un mortal veneno, y la culpa no es una excepción.
Aquí tenemos que diferenciar cual es la culpa real de l imaginaria. Ya que si hemos obrado mal, sentirnos culpables es legitimo, nos ayuda a aprender, a recordar y a hacerlo mejor la próxima vez. Explicar, hacerse perdonar y remediar en medida de lo posible son las indicaciones a priori.
Sin embargo, cuando la culpa va mas allá de lo real, cuando no nos permitimos el placer, o el estar bien, l nos castigamos excesiva y continuamente por sentirnos inadecuados, imperfectos o poco productivos, entonces sabemos que estamos entrando en una vorágine de angustia que no solo no nos aliviará sino que empeorará nuestra culpa en una espiral autodestructiva.
Hay que tener en cuenta que cuando me culpo y me castigo incesantemente, estoy confirmado mi culpa a través del castigo y entro en un bucle de “ me castigo porque me lo merezco (confirmado por) me lo merezco porque me castigo” que no tiene fin. Además hay que reflexionar sobre algo importante: cuando nos sentimos culpables, deseamos q los demás estén bien, pero solo si nosotros estamos bien podemos hacer las cosas bien, para que los demás estén bien.
De la misma manera, si yo no me concedo el placer, o el descanso o el bienestar, por sentirme culpable, la posibilidad de colapso es enorme, y consecuentemente de realmente no ser productivo ni útil convirtiendo una culpa imaginaria en una culpa real.
Es por ello que solo concediéndonos pequeñas dosis del veneno temido podemos obtener la inmunidad que nos permitirá funcionar y reparar nuestros daños y los de los demás.
Ángela Gual