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Las últimas investigaciones indican que después de la pandemia, han aumentado hasta en un 40% las ventas de relojes de monitorización GPS para niños.
Es una noticia que aunque parece sensacionalista y quizás incluso futurista, no sorprende tanto ¿verdad?.
Seguro que estáis pensando los que tenéis niños que no estaría nada mal ponerles uno de esos a vuestros pequeños y así tenerlos aún más controlados. ¿me equivoco?. Mejor pájaro en mano que ciento volando ¿eh?. Hagamos algunas reflexiones.
Esta tendencia a querer tener todo bajo control no nace de debajo de las piedras. Ya en el S.XVI con el despertar del Racionalismo Europeo y el posterior movimiento filosófico de la Ilustración de la Razón, se nos empieza a inculcar la idea de que solo por medio de la Razón podemos hallar la verdad de las cosas. Esa idea que ha ido cultivándose en nuestras mentes, acunada por grandísimos avances industriales primero y tecnológicos después, ha hecho que creamos a día de hoy que todo debe pasar por la razón para tener lógica y eso nos lleva inevitablemente al control. Nos encanta la sensación de control. Nos hace sentir poderosos, seguros, fuertes. Queremos saber todo sobre las cosas, y muy especialmente de las que nos afectan. Quiero saber cómo funcionan, cuando, donde, por qué y sobre todo, que reaccionen a nuestra orden. Eso nos hace sentir que gobernamos el mundo en el que vivimos. Nada más lejos de la realidad, pero así vivimos más felices en nuestro autoengaño de que mandamos, cuando nos hemos inventado nosotros el Orden de las cosas para sentir ese control.
Esta operativización del control es funcional en términos prácticos cuando tiene una medida equilibrada, es decir, es lógico y necesario controlar ciertos parámetros que giran a nuestro alrededor ya que nos ayudan a coordinarnos con el mundo y con los demás. El problema se desata cuando del uso pasamos al abuso. En el control, la disfuncionalidad siempre es un concepto de cantidad, de grado.
En Terapia Breve Estratégica decimos que un medicamento, administrado en una dosis demasiado elevada se convierte en un veneno, a veces letal.
Controlar a nuestros hijos menores evidentemente no solo es de sentido común sino que además es una necesidad tanto nuestra como buenos padres que velan por sus hijos, como de los hijos que precisan de protección y cuidados por parte de sus progenitores. Pero cuando este control se vuelve asfixiante, como decíamos en la entrevista, surgen dos grandes bloques de dificultades:
Por una parte, del lado parental; Un control que se lleva al extremo se puede convertir en una obsesión. Una obsesión se puede tratar de mitigar, entre otras formas, mediante la hiperracionalización, es decir, darle vueltas a la cabeza incesantemente en busca de soluciones diversas que no llegan a ser definitivas (ya que el control al 100% no es posible) durante todo el día sin lograr alcanzar un veredicto satisfactorio y por lo tanto, acumulando niveles de ansiedad que pueden llegar a ser invalidantes, o bien, tratando de realizar comprobaciones de control (reaseguraciones) que calmen la ansiedad que genera el no tener el 100% del control sobre la obsesión concreta. Estas compulsiones así mismo producen una círculo vicioso de inseguridad creciente que perpetua el ciclo de compulsiones in eternum generando una patología mental (TOC).
Por otra parte, del lado filial, el darse cuenta el niño de que es controlado puede dar lugar a la sensación de sentirse descalificado por sus figuras de referencia, es decir, desvalorizado, etiquetado como incapaz, y por lo tanto, pueden pasar dos cosas, o bien que el niño se revele y tenga comportamientos radicalizados en contra del control y de los padres, o bien, que se crea la etiqueta que se le ha puesto de forma subliminal y se comporte como un incapaz, lo que a medio plazo producirá en la práctica y en la realidad un incapaz en todas las esferas, es decir, un adulto con baja autoestima, Inseguro, débil y que no se atreve a arriesgarse en la vida por miedo al fracaso, a equivocase, al que dirán, a la sanción o al dolor. Condenado a arrastrar un velo de hollín sutil pero denso que sinó marcará, influenciará sus decisiones a lo largo de su trayectoria vital.
Como dijo Oscar Wilde, “A veces, con las mejores intenciones se obtienen los peores resultados”, por lo que hemos de reflexionar bien antes de sobreproteger a nuestros hijos, para cubrir nuestras propias inseguridades.
Ángela Gual, tu psicóloga en Palma