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Hoy desgraciadamente me ha tocado hablar de un asesinato machista.
Un hombre que sentía que su mujer le estaba engañando con otro, ha estallado en cólera durante una discusión en el coche propiciada por unos mensajes de WhatsApp y la ha apuñalado con un destornillador. Después ha rematado la faena y la ha abandonado en el bosque tapándola con unas ramas.
Sin tener demasiados datos sobre el crimen, quizás podemos discernir que se trata de un crimen pasional, el cual ha sido la conclusión precipitada de una escalada simétrica en la cual la discusión ha tomado temperatura y en la cual el sujeto no ha sabido controlar sus impulsos conducidos por la ira y la sensación de injusticia e impotencia percibidas ejecutando el crimen.
Dicen que los celos son la inseguridad travestida de amor. Y no le falta razón al refrán ya que una persona celosa es una persona que no se fía de su pareja, le genera tremenda inseguridad y no vive por el temor a ser abandonada en cualquier momento, siendo sustituida por cualquiera ya que parece que todos los candidatos pueden ser mejores.
No hace falta decir que la confianza es uno de los pilares fundamentales, que no suficientes, para forjar y mantener en el tiempo una relación de pareja estable y feliz. Sin confianza, la pareja se tambalea como una mesa sin una de sus patas. Es una muerte anunciada, que además se prevé dolorosa y angustiante.
Las personas que padecen de celotipia son suspicaces, reticentes, desconfiadas, como si el enemigo siempre estuviera esperando a la vuelta de la esquina. Es por ello que nunca descansan, su cabeza no para de rumiar sobre las más dispares fantasías de cómo le traicionará su pareja. Estos pensamientos, que se van convirtiendo en una auténtica película de Hollywood, por supuesto generan emociones muy dolorosas y negativas, especialmente las que hacen referencia a la injusticia de la situación y a la impotencia de no poder tenerlo bajo total control.
El intento por su parte para evitar que la profecía se cumpla es precisamente hacer todo lo posible para controlarlos, censurarlos, vigilarlos y contenerlos, lo cual curiosa y paradójicamente genera el resultado opuesto. Lo que llamamos Efecto Prohibición.
-“Contra más me lo prohíbes más me apetece hacerlo, contra más me hablas de ello más lo tengo en la cabeza, contra más me controlas más me apetece trasgredir, contra más me encarcelas más necesidad tengo de huir.”-
Al final, la víctima de esta situación opta por abandonar a la persona celosa, ya que la mala vida que le da acaba por no compensar. La profecía se cumple y la ira e impotencia son tales que la agresividad que emana de los poros de estas personas bien merece una buena dosis de tolerancia a la frustración y de autocontrol. De lo contrario, podemos tener episodios de persecución, amenazas, acoso y llegando a extremos muy descontrolados como los homicidios pasionales.
Cuando una persona siente que se la está controlando, se la está reprimiendo y sometiendo, cuando te castigan por tener conductas que tú deseas tener, plantéate si es la relación que quieres, si te compensa y si te da más de lo que te quita. De lo contrario la opción más sana es terminar con la relación con la mayor celeridad posible. Además, si crees que es tu situación pero no te ves capaz de abandonar a tu verdugo, pide ayuda psicológica. Si no puedes hacerlo solo podrás hacerlo acompañado por expertos.
Por otro lado, si eres de las personas que pierden el control con facilidad, hasta límites que superan lo tolerable, el respeto y la dignidad de los otros y eres consciente de que esta actitud te acaba convirtiendo en un monstruo, también puedes aprender a gestionar tus emociones para madurarlas y que seas tú el que controle tu ira y no al revés.
Hagamos lo que hagamos, somos responsables de lo que somos.
Ángela Gual.