Hay muchas personas que escuchan a los demás de forma natural, fluida, sin interferencias, mientras que a otras les resulta mucho más fácil hablar sin parar. Digamos que cada uno tiene diferentes puntos de fuerza y en consecuencia, fragilidades.
Hay por ejemplo quienes observan los detalles visivos de forma fotografica mientras que otros son más capaces de hacer fluir sus palabras con la harmonía y el tempo de una orquesta sinfónica. El hecho de que no todos compartamos las mismas cualidades nos enriquece como raza, produce biodiversidad pero también nos genera muchos conflictos a la hora de comunicarnos efectivamente.
El verborreico, por otro lado, ve reforzado su ego en la gran capacidad de influir a los demás con su oratoria hipnótica. Suelen tener la tendencia a mostrar mayores dificultades para escuchar, ya que en muchos casos es su punto débil y pueden caer en el error de creer que no tienen la necesidad de cultivarlo.
Nada mas lejos de la realidad, ya que de nada sirve tener la argumentación perfecta si el otro no esta en disposición de escucharnos. Y una cosa esta clara, si alguien no se siente comprendido por uno, no desea escucharte y nada de lo que le digas le calará.
La buena noticia es que aunque la naturaleza no te haya dotado de dicha facilidad pata escuchar, el arte de callar, de escuchar y de observar puede aprenderse a través de la practica y la perseverancia.
Milton Erikson decía que el secreto para cuidar al paciente es cuidar al paciente.
Reflexión: si quieres escuchar, escucha.
¿Escuchas para responder?: las personas acostumbradas a hablar, tienen la tendencia a prestarse atención a si mismas y no tanto a los demás. Sin querer, escuchan lo justo para elaborar una respuesta adecuada e inteligente que les de valor, para sentirse inteligentes, aptos, a la altura, admirados incluso. No suelen escuchar profundamente y el riesgo de equivocarse en su valoración y veredicto es grande, aunque esto no es en realidad lo mas importante ya que muchos son realmente intuitivos. Lo que realmente marca la diferencia es el hecho de que una persona que no se siente escuchada no va a confiar en ti, te va a rechazar porque se ha sentido rechazada de tu atención.
El orden perceptivo podría ser algo así: Si no me escuchas, pienso que no me entiendes y si no me entiendes, ¿cómo voy a fiarme de ti?, de tu criterio? ¿Si no sabes lo que quiero decir en realidad?
Por un lado, si no me escuchas, es decir si me interrumpes, no me dejas hablar, no me miras mientras te hablo o estas haciendo otras cosas a la vez que hablamos ( incluyendo mirar el movil!!) ¿como voy a pensar que lo que te digo te importa, y en consecuencia, que yo soy importante para ti? (Y si no soy importante para ti, me caes mal, tu tampoco serás importante para mi y me haces daño, te rechazo).
Y por otro lado, si das por supuesto lo que te voy a decir, si no me dejas acabar de explicarte, si te anticipas, si me hablas por encima,¿ como voy a pensar que me has comprendido y en consecuencia, que puedo fiarme de ti?
Escuchar tiene un efecto absolutamente profundo en las personas que nos hablan ya que crea la relación entre los comunicantes. Quiero decir con ello que escucharles activamente define la implicación existente a nivel de comunicación analógica, es decir al nivel de paleoencéfalo, (la idea de ser importantes para el otro), y que exista esta implicación o no, marcará la diferencia en el tipo de relación que se establece entre las personas que participan en el coloquio, condicionándolos a sentir y a actuar en consecuencia.
Conclusión: Si queréis ser escuchados, escuchad primero. Para recibir, primero hay que dar.
Ángela Gual