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Desgraciadamente es un tema de mucha actualidad. Los abusos sexuales de adultos a menores de edad es algo que cada vez está más penado y más perseguido. Sin embargo, parece que no logramos conseguir una seguridad certera de nuestros pequeños. Existen varios parámetros que determinan el porqué de esta ineficacia.
Ciertamente, uno de los grandes handicaps a la hora de perder este control es el hecho de que los llamados pedófilos son personas aparentemente normales, es decir, con comportamientos normales, familias normales, trabajos normales, comportamiento dentro de la media, actitudes y aptitudes sin destacar… digamos que a nivel cognitivo y conductal, no pueden diferenciarse del resto, salvo por los deseos que esconden en secreto. Es más, precisamente para acercarse a los niños y poder sentir el placer de observarlos o incluso ir más allá, estas personas escogen trabajos relacionados con los pequeños, como docentes, monitores etc…
Otro elemento muy importante que vela la capacidad de detección de estos casos es que los niños y chicos que son abusados, a no ser que se haya utilizado la violencia explícita, cosa rara en estos casos, no son conscientes del abuso en ese momento, ya que la relación que guardan con los abusadores suele ser muy cercana, la mayoría de las veces incluso familiar. Esto significa que ellos confían en sus agresores, que les venden el abuso como un juego, como un secreto, como algo super especial entre ellos, favoreciendo el secretismo y ocultando la malicia del acto a los niños inocentes. Es un poco más adelante, cuando los chicos empiezan a percibir cómo funciona el mundo exterior, el concepto de relaciones sexuales, la forma en que su grupo de iguales se inicia en las relaciones íntimas… que empiezan a descubrir la inadecuación de aquellos actos y es cuando finalmente atan cabos y descubren que les ha pasado algo malo y que han sido engañados. En este momento suelen sufrir un shock que acaba en diversas patologías mentales, como Trastornos de Ansiedad, Fobias, Depresión, Síndrome de Estrés Postraumático o Aislamiento Social, entre otros.
Existe una diferencia muy importante entre el pedófilo y el pederasta. El primero es el individuo adulto que se siente atraído por los niños o adolescentes, es decir, por personas que aún no han alcanzado su grado óptimo de maduración sexual en cuanto al desarrollo de sus órganos sexuales externos. Este deseo es una sensación que no pueden evitar tener, sin embargo y a igual que los pederastas, son personas cognitivamente capaces, legalmente responsables y por lo tanto conocedores de las normas sociales, éticas y judiciales que existen en torno a este tipo de comportamientos. Esto significa que a pesar de sentir estos deseos que son considerados inapropiados por la Sociedad, tienen medidas de control para decidir si quieren o no ejecutar sus perversiones.
En cambio, los pederastas son los individuos que desean de la misma manera a los púberes, como los pedófilos, pero que llegan a consumar el objeto de su deseo. Es decir, que manipulan su entorno, a los chicos y la realidad misma para elaborar un escenario en el cual poder abusar sexualmente de los menores de edad. También existen diversos tipos de pederastas, en cuanto a su perfil psicológico; Los que sufren de un trastorno compulsivo basado en el placer, esto significa, que saben que está mal, que muchas veces les gustaría no hacerlo y que sufren por el hecho de hacerlo pero que finalmente no pueden evitar hacerlo aún sintiéndose terriblemente culpables por ello, y finalmente tenemos los perfiles más psicópatas y sádicos, que son los que engloban a las personas pedófilas y pederastas que quieren consumar, saben que está mal, pero faltos totales de empatía, disfrutando del abuso de poder, de fuerza y a través de la más vil y planificada manipulación, ejecutan el abuso por mero placer, sin sentimientos de culpabilidad ni remordimiento alguno.
Los adultos siempre tenemos que estar atentos a nuestros pequeños, en especial pueden ser síntomas de alerta cambios bruscos de comportamiento, negación de ir a algún lado en particular (colegio por ejemplo) o con alguien concreto, llanto desproporcionado, reacciones de rabia fuera de lugar, irascibilidad y por supuesto, síntomas físicos como dolor, inflamación magulladuras o sangrados, heridas o rasguños en las zonas genitales de los niños.
Ángela Gual.