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Se podría decir que un abrazo no es solo un abrazo sino que expresa muchísimo más contenido a nivel no verbal que casi cualquier palabra que podamos emitir.
Los abrazos representan la esencia más íntima de la afectividad. Existen multitud de formas de abrazar y cada una tiene un significado especial.
Los hay distantes, estrechos, con palmada en la espalda, que abrazan el cuello, la cintura, que unen el torso, que chocan el pecho…
También la comunicación no verbal que acompaña al gesto determina el significado global de dicho contacto, ya que la posición del tronco de cada uno de los intervinieres es clave para saber dónde está el punto de atención de cada personaje. La colocación de las manos, la mirada, la dirección incluso de los pies… Digamos que lo que callan las palabras lo expresa claramente el cuerpo con cada uno de sus movimientos. Solo hay que prestar mucha atención y fijarse bien en la proxémica, en la mímica corporal, la expresión de la cara, la sonrisa, la respiración… un sinfín de minúsculos matices que nos expresan el contenido emotivo de dicho abrazo y su significado de fondo.
Los abrazos en general expresan cercanía, intimidad, cariño, afecto y amor. Tanto en el contexto fisiológico como en el psicológico tienen su impacto específico: Digamos que a nivel fisiológico, si el abrazo dura lo suficiente, en torno a unos 6-8 segundos, el organismo inicia a producir la segregación de ciertas hormonas y neurotrasmisores que se traducen en placer, serenidad, optimismo y bienestar, como pueden ser la oxitocina, la serotonina o la dopamina, entre otros.
Por su parte, el área psicológica también realiza una interpretación social del abrazo que genera beneficios. Una persona, al interpretar una muestra de afectividad en un abrazo, relaciona la acción con estima, valor, interés y demás atribuciones que a su vez se reflejan en una sensación de placer y bienestar ya que interpretan que la persona que les está abrazando la aprecia, la respeta y la tiene en una consideración positiva. Este refuerzo de interpretación psicológica en el autoconcepto nos eleva y a la vez nos propicia a reproducir más hormonas y neurotransmisores placenteros, retroalimentando los efectos beneficiosos que producen los abrazos.
Las palabras pueden engañar al que escucha pero los gestos, la actitud, el movimiento del cuerpo, sentencian las intenciones sin margen al error por interpretación. Es por ello que diversos estudios de última generación ya están apuntando a que dentro de un mensaje, la comunicación no verbal determina al rededor del 85% de la información que se transmite, mientras que tan solo el 15% del mensaje es transmitido vía oral. Este dato es muy significativo ya que indica que se puede prescindir perfectamente del contenido verbal para comprender el mensaje que se nos transmite y además de una forma muy fiable. Así que un consejo que me aventuraría a dar sería que nos centrásemos más en la observación de las actitudes y comportamientos de los demás para buscar la congruencia de sus haberes, más allá de las palabras. Si las palabras no dicen lo mismo que los gestos, estos segundos serán los que manden.
Ángela Gual.