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La culpa. El inquisidor que crea los Remordimientos y el Arrepentimiento. ¿Cómo los dejamos ir?

psicologa palma

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La culpa, ese veneno que se te mete en el cuerpo y no te deja vivir tranquilio.

 

Me gustaría explicaros la diferencia entre los remordimientos y el arrepentimiento. Dos sentimientos que emergen de la misma semilla: la culpa.

 

Los remordimientos aparecen cuando hemos hecho algo (o no hemos hecho algo que debíamos hacer) y este hecho (o no hecho) a producido daños en los demás o en nosotros mismos o también porque nuestro hechos han podido trasgredir normas para nosotros importantes.

 

Por otro lado, el arrepentimiento es la sensación de no haber alcanzado una meta, de haber dejado algo importante incompleto, es la insatisfacción de no haber logrado algo, de carecer de ciertas experiencias, que paradójicamente, produce una “presencia” de lo nunca existido. Es decir, lo que pudo haber sido y no fue por nuestra culpa.

También el hecho de que estos eventos pertenezcan al pasado y que ya no se puedan cambiar, supone un añadido en la frustración al tratar una y otra vez de re-elaborarlos, sin éxito, recordando al Dios Sísifo y su condena de rodar una gran roca montaña arriba para vez tras vez, dejara caer rodando, para volver a comenzar.

 

En ambos estados el resultado es el florecimiento de la sensación de culpa, pero fijándonos un poco más a fondo, podemos apreciar ciertos matices que a  la hora de elaborar estas dos sensaciones, marcan la diferencia en los tiempos y en la consecución de su recuperación.  Mientras que en el arrepentimiento tenemos una fuerte sensación de dolor que nos envuelve, nos somete y apaga, en los remordimientos, este dolor se mezcla con la rabia de haber sido tan estúpidos, ingenuos o canallas. Nos irrita y enfurece, activándonos crudamente.

 

 

Es por ello que los remordimientos y el arrepentimiento tienen diferentes formas de hacerlos defluir para finalmente poderlos dejar ir.

La rabia es una emoción explosiva y potente mientras que el dolor es profundo y punzante.

Por ello, para superar los remordimientos se precisará primero de hacer canalizar la ira de forma controlada para solo después, poder hacer emerger el dolor que apagaremos atravesándolo por en medio mientras que en el arrepentimiento, calarse en la tristeza más profunda será la elección que nos lleve, cruzando el infierno, a la salida.

 

En ocasiones, la percepción de sentirnos culpables, parece que viene impuesta por terceras personas, pero se trata de un sutil autoengaño, ya que el sentimiento de culpa pertenece a uno mismo. Nadie puede hacernos sentir culpables si esta semilla no está dentro de nosotros antes.

El verdadero responsable de ello es nuestro juez interno, un crítico inicialmente funcional que se convierte en inquisidor cuando le damos credibilidad ciega, acabando por inculcarnos una sensación de inadecuaciónpor el mero hecho de no ser perfectos.

 

Hay que cuidarse mucho de tener a raya a nuestro juez interno o este podría acabar por minar cualquier iniciativa que podamos tratar de probar.

Ángela Gual

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