Veneno sutil que te entra por los ojos y te empapa el alma en cuestión de segundos. Así actúa el virus de la envidia, que nos corroe, muchas veces en silencio por la vergüenza a la inadecuación del sentimiento, agujereando con su acido todo pensamiento compensatorio.
Que nos ocurre? Porque sentimos envidia de los además? Porque nos comparamos con otros?
La envidia es la frustración que sentimos cuando otras personas poseen algo que nosotros deseamos tener. Es el sentimiento de injusticia que nos nace por no tener lo que “deberíamos” tener.
Sin embargo, podemos decir que la envidia es una emoción un tanto caprichosa. Como cuando un niño quiere algo y en lugar de ganárselo, pedirlo o esperar pacientemente su turno, patalea sin piedad, entre llantos desesperados, con la esperanza de que se lo otorguen por ser “ellos”.
Paremonos a pensar en algo: las cosas, ya sabemos que no son gratis y por lo tanto, que para conseguirlas, sobre todo las mas valiosas de verdad, debemos entregarnos con esfuerzo y dedicación, con perseverancia y sacrificio, y aun así, no siempre “recogemos los frutos esperados”. Por lo tanto, cuando envidiamos a alguien , lo primero que deberíamos preguntarnos es: a que ha tenido que renunciar esta persona para conseguir lo que nosotros tanto deseamos? Cuanto esfuerzo ha tenido que dedicar? De que cosas ha tenido que prescindir? Cual ha sido realmente el coste para lograr su objetivo?
Porque sabiendo que nada en esta vida se regala, siempre habrá un coste personal y material, así como una renuncia, es decir, un esfuerzo y una pérdida, ya que mientras ha estado luchando por lograr su objetivo, también ha tenido que dejar de luchar por otro, que consecuentemente ha alejado de si, o quizás ha tenido que abandonar los placeres del reposo, la calma y el descanso que aun no siendo materiales, no cabe duda de que son valiosos presentes.
Es por ello que dicen que “La libertad es una condena”. Con cada elección asumimos una renuncia.
Ahora te tienes que plantear tú, que tienes tanta envidia del otro, si estas dispuesto a asumir tu renuncia en favor de una recompensa deseada.
Si la respuesta es SI, has decidido responsabilizarte de tu vida, ser valiente y ya sabes lo que tienes que hacer, y si es NO, sabes que tu envidia es caprichosa e infantil y quizás debas plantearte si te mereces lo que pides o si eres un príncipe/princesa más, pataleando inútilmente en su trono.
Estamos condenados a ser libres y por lo tanto, a tomar decisiones.
J.P.Sartre.
Angela Gual