Es natural que a los niños no les guste hacer las tareas de clase y estudiar. Lo rudimentario, lo aburrido y sobre todo lo obligado resulta, y no solo para los niños, muy poco apetecible.
Nos suenan terriblemente las frases ancestrales de “Estudiar es tu obligación de la misma manera que trabajar es la mía”, o “No solo tienes derechos, también hay obligaciones…”, “No siempre podemos hacer todo lo que queremos, la vida no es solo diversión …”
Ciertamente la vida hay que sudársela, ganársela y esa es una lección que aprenderán a lo largo de todo su transcurso. Sin embargo tenemos que preguntarnos: ¿obligarles a hacer las cosas, va a hacer que les guste más o que lo rechacen con más fuerza? Es decir, existe alguna manera de mejorar esta relación antipática entre los deberes y los niños? ¿Entre la adquisición de responsabilidades y la mengua de tiempo libre, la diversión y el ocio personal?.
Quizás tendríamos que empezar por plantearnos el lenguaje con el que transmitimos dichas indicaciones. Estosmensajes mas o menos impositivos crean en los niños una idea negativa y aburrida de los estudios. Les hace sentir de forma natural la necesidad de huir de ellos.
No puede ser de otra manera, si alguien me persigue, yo corro.
Quiero dejar claro que no se trata de endulzar o evadir a los niños de sus responsabilidades ya que estaríamos creando vagos, inútiles e intolerantes a la frustración, con las terribles consecuencias que estamos viendo de falta total de placer en los jóvenes, perdida del sentido de la vida y tasas de depresión (y suicidio) a temprana edad sin precedentes.
Lo que sugiero es un manejo del lenguaje que provoque la curiosidad mas que la huida, que incentive el reto a la experiencia, la competitividad, el mejorarse mas que la rebeldía al sistema y al obedecer y todo ello podemos lograrlo dándole ciertos matices a las palabras que usamos al comunicarnos con nuestros hijos.
Que me decís si en lugar de ver los estudios como una obligación, una imposición, un callejón sin salida, una fila hacia el matadero.. lo presentáramos como un privilegio, un derecho, una suerte, un regalo, una responsabilidad adquirida en base a la valía que van demostrando por sus progresos… porque al final, el avance a través de los cursos progresivos no es mas que la demostración de la superación de niveles progresivos de capacidad y conocimientos adquiridos óptimamente. Sin ellos, no se supera el curso. ¿Y quién no quiere sentirse capaz?.
Hemos de tener muy en cuenta que nuestra manera de ver el mundo y por lo tanto, el lenguaje con el que lo describimos afecta, influencia y define las conductas y emociones de las personas de las cuales somos referencia, por lo que hemos de ser muy cuidadosos con lo que decimos y sobre todo con cómo lo decimos.
La pasión que le ponemos a las cosas que hacemos es la que transmitimos a los demás, es la energía que captaran ellos del elemento que estemos manejando. Por lo que cuando hablemos del trabajo, de los estudios, de la formación, de la lectura, de la culturización, del enriquecimiento, el matiz que le pongamos a nivel de placer es lo que ellos catalogarán para decidir si eso es guay, un privilegio, una suerte, o una condena, una tortura, una imposición a resistirse con uñas y dientes.
No olvidemos que los adultos de referencia somos el espejo en el que se miran para entender el mundo que les rodea. En lugar de preguntarles sobre cuánto han aprendido, hacedles ver lo fascinante que es lo que han aprendido. Quedaros perplejos de lo que saben. Pedirles que os expliquen, que os describan. Mostrad pasión, curiosidad, interés. Solo así ellos percibirán que lo que tienen entre las manos es un tesoro valioso.
Ángela Gual