No lo habías pensado hasta ahora pero de repente caes en que te encuentras en una situación incómoda, no sabes por qué pero no estás a gusto, te sientes nervioso, raro. Puede que sea el sitio, muy abarrotado, quizás muy vacío, o la compañía, un púlpito observante o una persona muy importante con la que quieres quedar bien. Justo en ese momento, reparas en que te han empezado a sudar las manos. Te agobias y contra más te fijas, más sudas, las manos y todo el cuerpo. Tu respiración se ha acelerado y tu corazón le sigue. De eso ya te has dado cuenta hace un rato y te preguntas si irá a más, si es peligroso, si no va a parar y mientras te preguntas por lo que va a suceder próximamente en tu cuerpo, y qué pensarán los que te rodean, la cosa se pone cada vez peor…¿montarás un numerito? ¿harás el ridículo? Ahora sí que la cosa se descontrola…
Es muy curioso darse cuenta de que contra más nos esforzamos por controlar una situación, más se nos va de las manos. Contra más seguros queremos parecer, más inseguros nos sentimos, contra más tranquilos queremos estar, más nerviosos nos ponemos.
En el intento de controlar las propias reacciones (la apariencia, el comportamiento, las palabras, los gestos…) algunas personas dirigen continuamente su atención a la escucha de su cuerpo, queriendo controlar todo su funcionamiento para así no realizar nada fuera “del plan establecido” (latido cardiaco, ritmo respiratorio, sentido del equilibrio, lucidez mental…) pero puesto que todas estas funciones son espontáneas, es decir, que funcionan solas por naturaleza, el intento de control por nuestra parte altera su equilibrio. Si tratamos de controlar la respiración, de elegir cuando hacerlo y a que ritmo (no sea cosa que a nuestro cuerpo se le olvide), empezamos a respirar de forma anormal o al menos, no a nuestro ritmo habitual.
La persona percibe esta alteración y se asusta, las funciones espontáneas (la respiración o el ritmo cardiaco, por ejemplo) se alteran de nuevo, el miedo aumenta, las ideas negativas se amontonan y nos sentimos peor. Entramos en un círculo vicioso que, si no se interrumpe, se atolondra cual caballo desbocado, en una escalada sin fin hasta llegar al tan temido ataque de pánico.
“La hormiga siempre ha admirado al ciempiés. Suele esperar en las raíces de un árbol para verle pasar porque le parece increíble y majestuoso. ¿Cómo es posible que mueva sus extremidades de manera tan elegante y coordinada?. Ella solo tiene seis patas y tiene problemas. Un día, superando su timidez, le hace la siguiente pregunta… – ¿Cómo lo haces? ¿Cómo te las ingenias para mover cien pies al mismo tiempo?. – El ciempiés se siente halagado, y se dispone a instruir a su nueva discípula. … Siempre empiezo con las patas delanteras. De pronto se detiene, no era así. … Perdón, el truco esta siempre en empezar por el lado derecho (aunque, ahora que lo piensa, algunas veces empieza por la izquierda). … ¿Sabes?, es el movimiento ondulante… o ¿no?.
La hormiga contempla como el ciempiés deja de andar, y se queda inmóvil, mientras piensa en cómo se hace aquello que siempre ha hecho sin pensar.
Las personas con miedo a determinadas situaciones intentan continuamente controlarlas o evitarlas y justamente es ese intento de control el que paradójicamente lleva a la pérdida de control.
La verdad es que el intento de control de los sistemas instintivos y automáticos del cuerpo hace perder el control. La mente no puede controlar su propio funcionamiento mientras está funcionando.
“Los ojos no pueden verse mientras están mirando”.
¿Cómo romper este vicio creciente?
-Lo más importante es aprender a dejarse llevar y a darle a cada cosa su justa medida y no más. La realidad no consiste en lo que existe sino en el significado que le damos a cada cosa que existe. Después de todo, somos lo que creemos que somos.
La regla nº 1 dice: No te preocupes por las cosas pequeñas. La regla nº2 dice: Todas las cosas son pequeñas.
-Construye una firme autoestima que te permita cometer errores como el resto de mortales sin tener que pagar con tu vida por ellos. Verás como después, esos errores se convierten en pequeñas anécdotas hasta divertidas. Nunca son tan grandes como alguien que no se quiere las percibe, de hecho, nunca los pecados se cobraron tan caros (aunque algunos no lo sepan).
–Comparte tus miedos, enfréntate a ellos, y se convertirán en virtudes. La incertidumbre produce angustia. El miedo es incertidumbre pura en busca de una seguridad que nunca llega. Curiosamente, cuando no puedes más, cuando te rindes al temor y te abandonas a una muerte cruel y negra, es cuando descubres que no era tan negra en realidad, sino que los vidrios de tus lentes eran los que estaban llenos de hollín. Te abandonas al temor y él desaparece… huye, pues ya no tiene combustible para seguir atemorizándote. Es como descubrir al fantasma de detrás de la puerta y tirar de su sábana. Se queda desnudo y avergonzado.
En resumen, nada como relajarse, dejarse llevar y aceptarnos a nosotros mismos, con nuestras imperfecciones y defectos, para aprender a querernos y a asumir retos en lugar de atemorizarnos por temibles amenazas. Aprender a gestionar nuestras emociones y a hacerle frente al miedo generado solo en nuestras mentes, siempre influenciadas por nuestros seres cercanos y por los medios. Al fin y al cabo, ¿en que se diferencian un reto y una amenaza sino es a por los ojos que lo describen?
Ángela Gual.