Si queréis ver el reportaje, ahí os dejo el enlace. El programa de IB3 «Ara Mateix» del viernes 10/06/2016.
La Tanorexia es la obsesión por el bronceado, por estar morenos y por tomar el sol a toda costa, aún a expensas de poder perjudicar nuestra piel seriamente o de producirnos, por negligencia, quemaduras o incluso cáncer de piel.
Se considera Adicción ya que quien la padece se caracteriza por pensar de forma obsesiva y recurrente en la necesidad de tomar el sol.
Estas personas sufren ansiedad mientras la idea les invade el pensamiento y especialmente si no consumen su objeto de deseo (el llamado síndrome de abstinencia) , aunque finalmente acaban practicando dicho consumo, de forma compulsiva, incluso cuando les produce agravios visibles y poco razonables.
Estas personas, por otro lado se caracterizan generalmente por no poder ser realistas en cuanto a su coloración real dérmica. Es decir, sufren una modalidad del llamado Síndrome dismórfico corporal, al igual que en diversos trastornos de alimentación como la anorexia. No son capaces de reconocer su excesivo bronceado sino que se ven pálidos y blancuzcos. No reconocen el avance del bronceado tras cada sesión de sol o de rayos UVA, y sienten encarecidamente la necesidad de «mejorar» su aspecto físico a través del bronceado corporal ya que ello tiene una connotación cualitativamente superior.
El perfil de estas personas se constituye en mayor medida (aunque cada vez menos) de mujeres, de entre 15 y 35 años de edad, que se sienten más presionadas por un mundo globalizado y consumista que las aprieta más que a ningún otro sector de la población, exigiéndoles cumplir con un canon de belleza tan irrealista como insano. Personas con baja autoestima, manipulables, con un elevado nivel de deseabilidad social y con mucha ansias de aprobación por parte de los demás.
Por ello, la recuperación en cuanto a esta enfermedad debería ir mediada por la supervisión y tratamiento de un psicólogo especializado, cuyos hitos serán los de reeducar en el control de impulsos, para evitar el consumo, controlar la ansiedad derivada de la abstinencia, mejorar la autoestima y sobre todo, lograr una visión realista por parte del cliente respecto a su propio cuerpo y su propia percepción de la realidad. Un cambio de chip que sin duda y aunque costoso, es posible.
Ángela Gual.